por Macarena Rojas Abalos
“En Chile falta generar una cultura de respeto hacia el trabajo científico”
«La biología siempre me pareció un contexto para desarrollar ideas, para pensar en procesos complejos”, es así como Claudio Araya relata el por qué decidió estudiar esta ciencia.
Este investigador y actual profesor auxiliar de la Universidad Austral confiesa que hubo mucho de azar en su partida y posterior retorno a Chile. Hoy instalado en Valdivia, está centrado en sus estudios sobre la Biología del Desarrollo, “la misión de nuestro laboratorio es entender cómo las conductas colectivas durante la embriogénesis son capaces de generar órganos y tejidos animales en vivo”.
Estos estudios los realiza con un modelo muy particular: el pez cebra. “Resulta fascinante para nosotros ver a este embrión generar tejidos tan complejos como el sistema nervioso y observar la dinámica celular involucrada de forma tan clara y directa”, dice.
Luego de una larga estadía en el exterior, Claudio regresó a Chile a fines del 2010 porque siempre sintió un fuerte arraigo con nuestro país. Sin embargo, confiesa que “falta generar una cultura de respeto hacia el trabajo científico, acá aún tienes que explicar y casi convencer a la gente de lo que haces”.
Luego de tu pregrado partiste a Inglaterra sin estar aceptado en un programa de doctorado, una decisión poco habitual, ¿por qué elegiste Londres?
Cuando estaba en la última etapa de mi pregrado tuve una inclinación muy fuerte hacia la Biología del Desarrollo. En ese tiempo habían muy pocos especialistas en Chile, y en Santiago estaba el Dr. Roberto Mayor a quien contacté para hacer mi tesis. Después de un año trabajando juntos, a él le ofrecieron un cargo en el University College en Londres, lo que implicó terminar mi tesis en menos de ocho meses. Luego de eso me invitó a trabajar con él en su laboratorio, y la verdad es que no dudé en tomar esa oportunidad.
Primero trabajé como técnico en su laboratorio un tiempo y ahí conocí a quien sería mi profesor de tesis doctoral, Jon Clarke.
¿Te arrepientes de haber ido tras tu profesor a Londres? ¿Crees que habrías tomado otra decisión?
No me arrepiento, no acostumbro a mirar para atrás las decisiones que he tomado. Al contrario, agradezco haber tenido esas oportunidades que fueron bastante azarosas y especiales, porque de otra forma no hubiese aprendido cómo es el trabajo científico fuera.
Cuando estuve allá me preguntaba cómo aprovechar mejor esta oportunidad y profundizar mi interés particular por la Biología del Desarrollo y la gran tradición que posee Inglaterra en esta área de la Biología. Es así como contacté al doctor Clarke quien comenzaba a explorar las etapas iniciales del sistema nervioso en vertebrados en vivo, y al poco tiempo de interactuar con él descubrí que sería una persona muy importante para mi formación académica y personal bajo un entrenamiento doctoral.
Pero la verdad es que se conjugaron muchas cosas, tuve mucha suerte. Él es un ser humano muy íntegro y eso me dio mucha confianza para trabajar cuatro o cinco años en su laboratorio. Me acogió muy bien.
¿Cómo financiaste tus estudios?
Recibí una beca del University College para realizar mis estudios de doctorado. En Europa hay diferentes formas de financiar los estudios y en mi caso como trabajador me ayudó mucho, ya que la misma institución otorga facilidades a sus funcionarios para desarrollarse en forma académica. Así cuando terminé mis estudios, por suerte, no tenía deudas, aun cuando estudiar allá es muy caro.
¿Por qué decidiste volver a Chile?
Siempre he sentido una gran conexión con mi país. De hecho creo que nunca me quise ir de Chile, siempre pensé que sería un buen lugar para mi formación doctoral. Cuando me fui me di cuenta de que tenía un gran apego con Chile y obviamente eso se fue haciendo más presente cuando se acercaba el momento de decidir si hacer un post-doctorado o volver. De alguna u otra forma sentí que mi desarrollo científico debía ser acá.
¿Cómo fue tu retorno?
Como salí muy temprano del país no pude conocer muchos investigadores, sólo conocía a mis compañeros de generación. Eso hace que tengas que realizar otro tipo de estrategias en tu reinserción, cómo acercarte y hacer vinculación con investigadores que no te conocen mucho.
De alguna u otra forma es lanzarse al vacío. Pero de nuevo, cuando comenzaba este proceso, volvió el azar. Había hecho una estadía postdoctoral con Clarke y me había ofrecido quedarme un poco más. También había postulado a un prestigioso laboratorio en Marsella, Francia. Pero cuando vine al sur de Chile me ofrecieron un puesto en la Universidad Austral y lo que primó fue la proyección y la posibilidad de hacer lo que yo quería hacer en mi país, además, desde un ámbito regional.
¿Cómo ves que ha cambiado el ambiente científico en Chile?
Siempre tuve conciencia de lo que estaba pasando en Chile a través de amigos y colegas. Afuera conocí investigadores chilenos muy interesantes que estaban haciendo trabajos muy buenos y creativos. Siempre consideré que Chile era muy potente científicamente, con gente llena de ideas frescas y nuevas, y con ganas de generar una nueva cultura científica.
Yo no pertenecí al Programa Becas Chile y cuando llegó la hora de reinsertarme a fines del 2010 estaba volviendo mucha gente a Chile. Era obvio que los puestos de trabajos aún no estaban bien implementados o definidos.
Pero mirando en retrospectiva, creo que se han hecho mejoras significativas para recibir a estos nuevos científicos, tanto en el ámbito de financiamiento como en las estructuras de investigación que ofrecen nuestras universidades.
Una cosa que en particular me atrajo mucho del sur como polo científico, fue la posibilidad de generar nuevas áreas de investigación. Por ejemplo, me tocó ver una transición generacional en la Universidad Austral, en la que se estaban retirando los investigadores más seniors. A mi parecer, esto permite un cambio de pensamiento con repercusión en investigación científica, lo cual visualizo como una potente proyección internacional basada en la innovación y la cooperación.
Siempre me gustó mucho la idea de generar espacios donde no los hubiera, y en la Universidad Austral encontré un lugar con gran potencial donde desarrollarlos. Esa libertad que estaba buscando también la sentí con personas que estaban afuera y querían volver a comenzar algo nuevo. Eso de volver y reinsertarse, muchas veces no se conjuga muy bien con la forma que se estructuran y organizan nuestras universidades en torno a la investigación y las fuentes de financiamiento.
Pero cuando tú vuelves te das cuenta de que en realidad hay oportunidades y que debes buscar financiamiento de tu investigación tanto en concursos nacionales como internacionales, y saber proyectar tu área de investigación ya sea en términos aplicados o de investigación básica.
A pesar de la actual escena científca, soy positivo y veo con buenos ojos los años venideros. Podría avanzarse mucho más, particularmente a las personas que estamos en regiones nos vendría muy bien que se creara un Ministerio de la Ciencia, eso podría permitir la existencia de Subsecretarías que faciliten la gestión.
¿Cuáles son las principales diferencias que ves entre hacer ciencia en Chile y en Inglaterra?
Uno siempre se hace esa pregunta. En mi experiencia, creo que uno la puede responder ya sea desde el punto de vista del financiamiento o desde el capital humano, y creo que de ambas aproximaciones uno saca grandes lecciones.
El hecho de ser científico o hacer ciencia en esos países (Europa) me parecía una actividad normal, era una persona que estaba dentro de un contexto cultural. Por ejemplo, podías ser científico y partir al bar de la esquina y encontrarte con un gásfiter o un médico, y compartir todos el mismo espacio y la misma cultura. Me da la sensación de que la actividad científica al estar tan desarrollada en esos países y al ser una actividad cotidiana, no excluye ni cultural ni económicamente. No te sientes un bicho raro.
Además, por no haber una disociación social muy marcada, la ciencia se torna una actividad tan importante como cualquier otra. Eso está más desarrollado a nivel de política, a nivel de prensa, en el respeto hacia el trabajo científico, e incluso, en el nivel de la apreciación que tienen los niños hacia la ciencia. Se valora mucho el legado científico, algo que en nuestro país no es muy reconocido. Falta generar una cultura de respeto hacia el trabajo científico, acá aún tienes que explicar y casi convencer a la gente de lo que haces.
El financiamiento puede hacer una diferencia pero va mucho más allá, falta crear una cultura científica que incluya desde la política de financiamiento hasta la integración de nuestro trabajo a nivel social. Esta integración debería desarrollarse tanto desde el gobierno y la sociedad, como desde el científico que debería incluirse en ella.
Yo realmente me hago la pregunta de qué significa pertenecer a un país, a una identidad. A veces siento que esa identidad simplemente tiene que ver con donde uno es escuchado. Por eso creo que hay gente que se queda afuera, porque los escuchan. Y no tiene que ver con una bandera, es el hecho de que puedan apreciar y respetar lo que quieres decir. Creo que esas cosas no están bien consolidadas aún pero soy optimista. Al menos me gusta pensar que vamos hacia allá.