vvvpor Macarena Rojas Abalos
“Mi plan es volver a Chile para desarrollar mi investigación y al mismo tiempo armar la sede de la mí compañía en el país”
Elegido como uno de los 100 jóvenes líderes por El Mercurio en 2014, Eduardo Castro cierra un año exitoso. Este Bioquímico de la Universidad de Santiago de Chile (USACH) acaba de terminar su tesis doctoral en la George Washington University y hoy se dedica por completo a trabajar en la empresa que fundó junto a su profesor de doctorado. ¿Su nombre? Aperiomics, una compañía diseñada para el diagnóstico de patógenos. Aquí Eduardo nos cuenta sus motivaciones y cómo se gestó la idea de empezar este nuevo proyecto.
Estudiaste bioquímica en la USACH y luego trabajaste en una empresa en el diagnóstico de patógenos para la acuicultura, ¿en qué momento decides inclinarte por la investigación?
La verdad es que al salir de la universidad no sabía lo que quería hacer, quería hacer algo con computadores pero nada específico. Sin tener claro que quería, postulé a un doctorado (en Chile) pero no quedé, así que busqué trabajo en la empresa Diagnotec, donde trabajé dos años. En un principio las cosas eran entretenidas pero después se volvió monótono, sólo tenía que reproducir el mismo molde.
Entonces decidí estudiar para poder hacer algo diferente, que me permitiera ser más independiente, y las dos grandes motivaciones que tuve las encontré entre mis profesores de pregrado.
¿Motivaciones académicas?
Académicas y de vida. Por un lado Eugenio Spencer, que es el investigador principal de virología en la USACH y quien fue mi tutor de tesis. El me ayudó a encausarme y cautivarme con la ciencia, en mis comienzos como estudiante estaba muy desorientado y él fue quien, a través de su trabajo, me cautivo.
El otro profesor es Rodrigo Vidal, quien enseña un curso de ecología molecular. Con él aprendí uno de los tópicos que cambió mi mirada a los problemas, la importancia de la genética de poblaciones y a cómo entender la distribución de poblaciones en el espacio y tiempo.
Entonces pensé que seguramente alguien, en algún lugar del mundo, había mezclado la genética molecular con la virología a través de distintas combinaciones experimentales y computacionales. Así que me dediqué a leer y encontré algunos papers de Keith Crandall y le envié un correo. ¡Me respondió de inmediato! Me escribió: “si tienes alguna duda escríbeme. Nos vemos acá”. Eso me impulsó para aprobar las pruebas y tramitar los documentos y certificados.
De hecho tuve mucha suerte porque ese año se abrió Becas Chile y mi jefa en Diagnotec, Ana María Sandino, me recomendó postular. Y en esa como primera convocatoria no era tan importante el ranking de la universidad.
Elegiste a tu profesor por su trayectoria sin importar la universidad, algo impensado para las postulaciones hoy.
¡Es que así debería ser! Lo que hice fue ver qué tipo de investigación quería hacer y con quién. Me daba lo mismo dónde estuviera el profesor, lo cual hoy es incompatible con Becas Chile ya que te exigen que la universidad tenga un buen ranking. Personalmente no me parece muy orgánico como manera de buscar. Imagina que mi profesor es uno de los tipos más citados del mundo.
Un reportaje de Nature en el que hablan de los 100 papers más citados de la historia de la ciencia, él era el número 65 pero en ese tiempo trabajaba en una pequeña universidad en Utah. Por supuesto que no podía perder esa oportunidad sólo por el hecho que no trabajara en una universidad top. Para mí es más importante el investigador y su laboratorio que del prestigio de la casa de estudios.
¿Cómo fue ese primer período en Estados Unidos?
Al principio fue duro. Arrendé una pieza en un sótano de una casa que quedaba lejos de la universidad. No conocía a nadie. Y aunque entendía el lenguaje no lo podía hablar, sólo cosas bases o monosílabos y no me podía comunicar bien, fue un periodo muy frustrante.
El otro componente es que Utah es un estado principalmente Mormón y todo gira en torno a la iglesia. Yo no soy Mormón ni voy a la iglesia entonces también quedaba fuera para cualquier interacción social. Eso fue al principio, después en el doctorado conocí a compañeros de todas partes del mundo y fue una muy linda experiencia.
Sin embargo, cuando ya había echado raíces a mi profesor lo reclutan de la George Washington University para fundar y dirigir un Instituto de biología computacional. Aceptó y me dijo “te puedes quedar acá o partir conmigo”. Así llegué a ser un estudiante de George Washington, universidad de la cual me gradué hace tres meses.
Hoy trabajas en Aperiomics, una empresa que fundaste con tu profesor, quien hoy es tu socio, ¿cómo surgió la idea de dar un salto desde la investigación básica al mundo privado?
La idea surgió porque en el laboratorio trabajamos con epidemiología molecular de virus y bacterias pero siempre enfocándonos en un microorganismo a la vez. En los últimos 10 años ha habido una revolución en cuanto a cómo puedes secuenciar genomas de organismos, está el concepto de Big Data y todos quieren tratar de capitalizar en lo fácil que es capturar datos para inferir cosas nuevas.
Nosotros también quisimos dar el salto, pero también decidimos hacer algo más interesante y nos metimos a metagenómica que es mirar a múltiples genomas al mismo tiempo. Y como primer paso decidimos mirar comunidades microbianas que residen en el cuerpo humano o en otros animales.
Pero entonces nos dimos cuenta que no teníamos las herramientas necesarias para analizar los datos. Teníamos demasiada información genética pero no habían herramientas de software que fueran capaces de analizarla de la manera que nosotros pensábamos que era correcta.
Empezamos a trabajar en desarrollar una herramienta y nos dimos cuenta que hacer un perfil de una comunidad microbiana en cierta manera se parece a hacer un diagnóstico microbiológico. Tienes una muestra y en vez de dirigir el diagnóstico a un microorganismo en particular o a un grupo de patógenos, podemos usar la metagenómica y hacer un perfil de todas las cosas que están en la muestra y comparar las proporciones obtenidas con las que inferimos eran las proporciones originales.
Una vez que probaron el modelo, ¿cómo llegaron a fundar la empresa?
Primero hicimos unas pruebas bien caseras y funcionó. Ajustamos el algoritmo y aparentemente funcionaba bien. Justo en ese periodo había una convocatoria del NSF (National Science Foundation) que promueve el mover las ideas desde la academia hasta la industria (programa NSF I-Corps) y pensamos “con este software y lo que sabemos tal vez puede ser una idea viable de una compañía”.
Postulamos a ese programa, que es como pre-semilla, y nos fue bien, a la gente le gustó. Luego todo fue muy rápido, teníamos que armar una compañía para postular a la siguiente fase de proyecto que se llama SBIR (Small Business Innovation Research). Una vez que nos ganamos los recursos pudimos armar de lleno la compañía y empezamos a trabajar con el gobierno federal y estatal (hemos conseguido más de US$300.000 en proyectos).
Además, estamos trabajando con el Sernapesca estadounidense (USFWS), con la FDA (Food and Drug Administration), y también con ActivaQ (compañía que nació de Diagnotec) en Chile, la empresa en la que trabajé antes de comenzar el doctorado. Durante ese tiempo ellos me enviaron a Dinamarca por dos meses y tuve una muy buena llegada, de hecho ahora me contactaron para ver si queríamos tener presencia en ese país. Creo que todas las cosas las he podido conectar, como el haber ido a Dinamarca, la gente con la que trabajé en Santiago, todas las cosas se han dado en realidad.
Debes volver al país para retribuir la Beca Chile, ¿esperan abrir una sede de la empresa en Chile?
Absolutamente, pero queremos hacer una empresa independiente en Chile para poder postular a fondos CORFO con mayor facilidad, aunque vamos a estar íntimamente conectados con la sede en Estados Unidos. En cierta manera es ayudar a la sede chilena a madurar para ser completamente independiente, que pueda servir quizás no sólo a Chile sino también al Cono Sur o a otros lugares.
Al mismo tiempo he empezado a contactar a gente en Santiago. Lo que quiero hacer es combinar la academia con la industria. Lo que me llena el corazón es la academia pero creo que hay ciertas aplicaciones que no son tan difíciles de traducir en algo práctico, como lo que hicimos. Algo en lo que trabajé dos años ya es una compañía física, tenemos socios comerciales, certificaciones y estamos funcionando. No es tan difícil y puedes seguir haciendo ciencia.
Mi plan es volver a Chile, encontrar una universidad o instituto en el que pueda desarrollar investigación pero al mismo tiempo armar la sede de la compañía en el país.
¿Y no te interesa volver a una universidad?
He hablado con gente de institutos de investigación y de universidades y están todos entusiasmados pero ninguno te hace una oferta así que me ha costado un poco. Pero decidí postular al programa de atracción de capital avanzado de CONICYT y me lo gané en diciembre. El programa te da seis meses para encontrar una institución a la que llegar en Chile. Una vez que tienes la institución envías una carta de patrocinio y se empiezan a mover los recursos. Está bien pensado porque te da algo con qué negociar.