por Macarena Rojas Abalos
“Creo que en Chile no estamos tan mal como siempre dicen. Hay que tratar de volver a reinventarse, aprovechar todas las herramientas que te dio la experiencia en el extranjero y adecuarlas a la realidad local”
Luego de siete años en Estados Unidos, este Bioquímico de la Universidad de Santiago regresó a Chile en 2013 y desde esa fecha se desempeña como profesor adjunto en la Universidad de Valparaíso. “El hecho de que planificamos el retorno con tiempo me permitió hacer contactos. Todo requirió tiempo, no fue suerte, fue más de un año de planificación”, admite Pablo sobre cómo preparó su reinserción laboral.
Hoy, pronto a cumplir dos años en Chile, ya cuenta con un Fondecyt Regular, un acuerdo de cooperación internacional con la Roche Innovation Center Basilea, Suiza, y es Director Alterno del Núcleo Milenio Biología de Enfermedades Neuropsiquiátricas «Nu-MIND» de la Universidad de Valparaíso.
¿Y por qué decidiste hacer la tesis en Estados Unidos?
Dentro de las cosas que quería hacer en mi tesis de doctorado era probar una teoría nueva, que estaba recién explotando: La selectividad funcional de la cascada de transducción de señales dirigido por la estructura del ligando. Y para eso había que diseñar un sistema in vitro que te permitiera medir una cosa y olvidarte del resto del espectro, de la complejidad farmacológica en otras cascadas de transducción.
Justo en ese periodo me gané una beca para ir a un congreso de farmacología y ahí pude conocer y hacer las redes con William Clarke (Universidad de Texas HSCSA) quien tenía lo que estaba buscando. ¡Tenía que ir a trabajar con él!
Fui seis meses y cuando volví a Chile a analizar los datos nos dimos cuenta que estaban muy potentes y el mismo Clarke me financió otra visita. Establecimos muy buenas relaciones y ahora somos amigos.
Sin embargo, no hiciste un post doctorado con él, ¿por qué?
Siempre he sido de la idea que uno tiene que tratar de buscar un nicho, algo que hagas tú no más. No quería depender de alguien ni quedarme siempre en la vida de los receptores, quería estudiar la conducta.
Por eso decidí a moverme un poco más allá en el área de salud humana, hacia la clínica. Me fui al Instituto de Salud Mental del NIH (Institutos Nacionales de Salud por sus siglas en Inglés), donde trabajan con en el mismo sistema de transmisión pero desde la perspectiva de los trastornos de salud en el sistema nervioso. Trabajan principalmente con trastorno de ansiedad, trastorno obsesivo compulsivo y depresión.
El que fuera un centro de salud mental lo hacía más interesante aún, ya que el laboratorio se compone de un grupo multidisciplinario, en el que médicos, enfermeras, psicólogos y psiquiatras y científicos básicos trabajan cada uno desde su área.
Después del post doctorado te quedaste trabajando cinco años en el NIH, durante ese tiempo exploraste otros acercamientos, como lo es la genética. ¿Cómo crees que eso moldeó tu línea de investigación actual?
¡Fue crucial! Durante el post doc el genetista del laboratorio se fue y dejó muchos proyectos tirados y yo me hice cargo.
Entonces fui dividiendo mi tiempo entre los estudios de conducta y la genética humana que es bastante entretenida, un poco árida porque es pura estadística pero la gracia es que puedes hacer aproximaciones para descubrir nuevos blancos para las enfermedades, y eso es lo que me gustó.
Durante el tercer año de post doc bajé un poco la guardia en el área de conducta y me puse a trabajar fuerte en la parte de psiquiatría genética, especialmente en la parte de trastorno obsesivo compulsivo. Fue arduo, sobre todo la parte de manejo de datos y de estadística pero había que aprender. Ahí descubrimos un nuevo gen implicado en el trastorno obsesivo compulsivo.
Todo ese background de información lo que utilicé como herramienta para poder trabajar ahora con ratones transgénicos, en los que puedo caracterizar el rol de este gen dentro de circuitos específicos del cerebro.
¿Por qué decides volver a Chile si, por ejemplo, los animales transgénicos se encargan fuera del país? ¿No habría sido más fácil quedarse en Estados Unidos?
La verdad es que fue por motivos personales, pero también tenía ganas de volver. Para el retorno establecí una colaboración con mi futuro empleador, la Universidad de Valparaíso y el NIH.
Es muy importante mantener la red de colaboraciones y dentro de eso tener contacto con el centro de referencia biomédico más grande del mundo, es importante.
El hecho de que planificamos, junto a mi señora, el retorno con tiempo, me permitió hacer contactos. Estuve negociando desde Estados Unidos y vine un par de veces para entrevistas laborales. Todo requirió tiempo, no fue suerte, fue más de un año de planificación.
¿Qué dificultades encontraste al volver? ¿Qué diferencias encontraste entre la ciencia que se hace en Chile versus Estados Unidos?
Es como un des-acostumbrarse. En muchos lugares de EE.UU. existen gastos desmedidos y es de las cosas que se han dado cuenta. El NIH es como una burbuja que tiene presupuestos que son super altos. Esto te hace la pega más fácil porque es cómodo, por ejemplo, en los cinco años que estuve allá nunca preparé un buffer.
Sin embargo, el tema de los recursos no debe ser un freno. Creo que hay que saber adecuarse a responder preguntas para no caer en la frustración de decir “quiero estudiar esto pero no tengo los medios”. Por ejemplo, hacer estudios en genética con 500 pacientes acá es imposible pero no por eso me voy a quedar sentado y frustrado pensando que me debería haber quedado en Estados Unidos.
Hay que tratar de volver a reinventarse un poco, aprovechar todas las herramientas que te dio la experiencia en el extranjero y adecuarlas a la realidad local. Yo creo que acá hay muchísimo por hacer.
Creo que en Chile no estamos tan mal como siempre dicen. Las oportunidades para investigadores jóvenes están considerablemente mejores que hace ocho años atrás. Existe una estructura en términos de financiamiento que te permite consolidar de manera progresiva. Cuando yo me fui no estaban los proyectos de iniciación ni de inserción.
Entonces de donde vienen las quejas, ¿qué nos falta para acercarnos a los países más desarrollados? ¿Es un tema económico, de inversión?
Creo que falta un poco más de institucionalidad. Sería bueno bajar a una estructura orgánica, llámese Ministerio o Superintendencia de Investigación, que se alinee con un proyecto país de una manera categórica que sea independiente del gobierno de turno.
Creo que para plantearse la idea de ser una potencia en investigación en el cono sur sería necesario tener un acuerdo marco en el que estén involucrados el Consejo de Rectores, los Ministerios de Educación y Economía, los colegios científicos, todos para decir “de aquí a 50 años ese va a ser nuestro objetivo común y va a ser intransable”. De esa manera, mancomunando todos los esfuerzos y con una institucionalidad fuerte que proteja el quehacer científico podríamos llegar a un buen término.
Lo otro que es súper importante es la cooperatividad con la industria, algo que en Chile es casi inexistente porque los empresarios no están interesados en hacer inversiones ni siquiera a mediano plazo. Ellos prefieren hacer una importación de una tecnología a 20 años pero que les funciona y les va a maximizar las ganancias en el mínimo tiempo. Entonces hacer ese cambio mental es algo que requiere el esfuerzo de todos.
Va a ser difícil hacer investigación si no hay desarrollo al lado. Yo trabajo en el área básica pero creo que las carencias en el área de investigación aplicada van de la mano. Hay que hacer una reingeniería mental, una terapia electroconvulsiva a todo el país. Uno debería ser capaz de preguntarse qué es lo que puede darle a Chile y despercudirse del asistencialismo crónico que tenemos los chilenos.
Si tuvieras que darle algún consejo a un científico joven que quiera partir a Estados Unidos a perfeccionarse, ¿cuál sería?
Que haga lo posible por averiguar sobre el ambiente laboral. Hay un tema dual porque hay gente que a veces sale para afuera pero no llega al mejor lugar pero va por la necesidad de estudiar en el extranjero. Agarra la oportunidad que esté por delante, sin saber realmente si la persona es productiva o qué tipo de relación tiene con sus estudiantes de postdoctorado. También el ambiente porque hay gente que llega a laboratorios que son muy buenos pero donde el ambiente es despiadado y nadie te ayuda. También hay otros en que el ambiente es súper buena onda pero donde el profesor no publica nada, entonces hay que hacer un trabajo para saber dónde vas a invertir tu tiempo, porque a pesar de que uno sea joven el tiempo pasa volando.
Además, hay que enterarse bien de los mecanismos de financiamiento, la gente mira las Becas Chile pero se pierde las Fullbright por ejemplo.
Y finalmente, hay que tratar de ser lo más productivo en el tiempo de estadía allá. No solamente hacer la pega sino que dedicarse a hacer colaboración, eso es fundamental. En el momento que uno termina el postdoc, ya sea que sigas en esa universidad, otra en otro país o en Chile, el ir armándose una red de colaboradores potente es fundamental. Es lo que asegura el éxito en la carrera de un científico. No solamente porque uno depende de los demás sino que por cómo va la rueda, la velocidad con la que se hace la ciencia ahora. Sin colaboración es imposible sobrevivir.