Heberlein-345x239por Florencia Polanco

 

“Siempre le digo a mis estudiantes que no se sientan en la obligación de tener que escoger entre la familia y la ciencia”

 

Viajó a Estados Unidos sin un plan. Sin flaquear, sorteó los obstáculos que implica estudiar en un país extranjero. Y nunca se rindió. Su pasión, asegura, la mantuvo siempre de pie. Ese sentimiento, precisamente, es que el intenta transmitir diariamente a sus alumnos.

Cuando llegó a San Francisco, la científica chilena Ulrike Heberlein no sabía cómo expresarse en inglés, ni menos sospechaba qué le depararía su viaje. Lo único que tenía claro, es que daría lo mejor de sí misma. Con una Magíster en Bioquímica bajo el brazo, grado que obtuvo en la Universidad de Concepción, apostó sus fichas y tiró los dados. Fue entonces que decidió ingresar a la Universidad de California en Berkeley y continuar su carrera científica postdoctoral enfocándose en los estudios de la neurociencia.

Treinta y un años después, es una de las científicas más reconocidas del centro de investigación Janelia Farm, que pertenece al Instituto Médico Howard Hughes, situado en Virginia. Actualmente, se desempeña como directora del programa científico y como jefa del laboratorio Heberlein. “Cuando me preguntan si alguna vez pensé que llegaría hasta acá, les digo que nunca, nunca, jamás”, dice.

Su principal línea de investigación está enfocada en el uso la mosca de la fruta, Drosophila melanogaster, como organismo modelo para estudiar los mecanismos neuronales y moleculares que subyacen con el abuso de drogas y la adicción. “Es sorprendente ver cómo estos insectos, siendo tan diferentes a nosotros, son muy similares a nivel molecular y en comportamiento”, recalca Heberlein.

Hace dos años, además, su laboratorio añadió una nueva arista de investigación, al estudiar cómo el medioambiente y el contexto en que se desenvuelve una persona influye en el desarrollo de su adicción al alcohol. “El estudio demostró que podemos estudiar el resultado de experiencias sociales y cómo afectan la predilección por tomar. También, tenemos una idea de cómo los mecanismos moleculares transmiten esta información”, agrega

 

¿Qué la motivó a seguir una carrera científica en Estados Unidos?

Me vine por motivos personales, que no valen la pena contar, porque no tuvieron nada que ver con ciencia, jajaja. Pero fue en 1982, cuando tenía 26 años, después de estudiar Bioquímica en Concepción. Llegué y comencé a trabajar como técnico en la Universidad de San Francisco, sin saber nada de inglés. Fue entonces, al año siguiente, que comencé mi doctorado en Berkeley y a adaptarme de a poco con el idioma. En un principio, me costó. Pero una vez que me casé y tuve hijos, me comprometí con este lugar. A pesar de eso, aún no soy ciudadana americana.

 

Entonces, radicarse allá le significó mantener una relación con su familia chilena a distancia. ¿Cómo lo sobrellevó?

Por un lado, fue muy interesante, porque siempre me han gustado las aventuras. Pero, por otro, fue muy complicado. Uno tiene toda una vida en Chile, y llegar acá para empezar algo completamente nuevo, sin siquiera hablar inglés ni saber cómo expresarte, es todo un desafío. Incluso, te cambia la personalidad, porque cuesta ser uno mismo cuando no te entienden. Pero que suceda es bastante común. Ahora bien, siempre estuve en contacto con ellos. Viajaba, al menos, una vez al año. Y siempre me apoyaron. Eso me ayudaba mucho.

 

Y, aparte de no dominar el inglés, ¿vivió alguna experiencia que la llevara a cuestionar su decisión de estudiar allá?  

Obviamente, pasé por situaciones malas. Por ejemplo, en alguna oportunidad me sentí discriminada por ser mujer. Pero también fue ventajoso. En esa época, el sistema académico justo comenzó a considerar que había pocas mujeres en ciencia. Muchas veces, fui invitada a conferencias que, en base a mi estatura en el campo, no habría estado convocada. Pero es cierto, pasé por experiencias difíciles. Aunque creo que eso es cuestión personal. En todas partes del mundo hay hombres que tienen una visión diferente. Pero en general, diría que fui beneficiada por mi condición. Además, acá nadie sabe que soy latina, porque tengo una pinta de gringa total.

 

Tomando en cuenta esas experiencias, ¿qué consejos le daría a alguien que se enfrenta a ese tipo de situaciones?

Todo depende del respeto que uno proyecte. Lo mismo pasa con la ciencia, que no solo es evaluada por la calidad, sino también según el comportamiento de cada científico. Si uno permanece conectado con otros investigadores, participa en comités y ayuda a fomentar la ciencia, el resto viene por añadidura. Yo, por ejemplo, nunca tuve un plan. Sólo me enfoqué en hacer las cosas bien, pasara lo que pasara. Siempre le digo a mis estudiantes que no se preocupen de lo que ocurrirá en un futuro, sino del experimento que están desarrollando hoy, y que lo hagan lo mejor que puedan.

 

Además de tener que adaptarse a ese tipo de circunstancias en el ámbito profesional, ¿cómo logró equilibrar su carrera científica con su relación familiar?

Creo que no existe una receta que te indique cómo balancear tu vida. Yo tuve mis hijos antes de terminar mi post doctorado, apenas estaba empezando mi laboratorio. Entonces, fue una época sumamente complicada. Pero hay que hacer lo mejor que uno pueda y echarle para arriba. Menos mal tuve un marido que siempre me ayudó y estuvo con los niños.

 

Y al enfrentarse a esas complicaciones, ¿nunca dudó en abandonar la carrera como científica

Obviamente. Hay épocas en que uno enfrenta  problemas científicos o familiares que son difíciles de sobrellevar al mismo tiempo. Pero siento una pasión demasiado gigantesca por la ciencia. Y siempre supe que mis hijos estaban bien cuidados. Los vi crecer, y son cabros estupendos. Todo resultó bien. Pero no te voy a decir que es fácil. Pero la vida es así.

 

Durante los últimos años, el porcentaje de mujeres aceptadas en los programas de doctorado en disciplinas STEM (Science, Technology, Engineering and Math) es alrededor del 41%, ¿cómo era la situación en los años en que usted era estudiante?

Era parecido. El problema que existe tanto acá como en otras partes del mundo es que el número de mujeres que ingresa a una carrera enfocada en la ciencia siempre es menor. Y creo que es, de hecho, por las dificultades asociadas a ser madre o tener una familia. Es un factor de discriminación, a pesar de que ahora es más sutil. Hay pocas mujeres que son exitosas y que lograran generar balance con su vida personal. Pero son la prueba de que es posible hacer ambas cosas. Siempre le digo a mis estudiantes que no se sientan en la obligación de tener que escoger entre la familia y la ciencia. Así que espero que sea la nueva generación la que lleve la antorcha de la ciencia hacia adelante.

 

¿Y cuáles serían las ventajas de estudiar una carrera científica en Estados Unidos, y los principales contrastes con Chile?

Cuando llegas acá, te encuentras con un panorama ideal. Primero, porque se invierten muchos recursos en ciencia y porque existe mucha libertad intelectual para poder desarrollarse. No estás preocupado por lo que hace falta para llevar a cabo un experimento. Quizás, durante los primeros cinco años de mi estadía aquí, me preguntaba cómo podría haber desarrollado mis investigaciones en Chile. Pero las cosas han cambiado. En aquella época, los recursos que habían eran bastante básicos, pese a que la academia siempre fue excelente. Pero creo, sobre todo, que siempre es bueno salir del ambiente de uno, conocer otros científicos y nuevas formas de hacer ciencia. Eso, a la larga, es invaluable, porque puedes llevar de regreso al país toda esa experiencia.  

 

¿Y a usted le gustaría desarrollar sus investigaciones en Chile? ¿Serían viables?

Es algo que pienso bastante a menudo. Pero no he hecho nada concreto para ver cómo salir adelante. De todas maneras, no es fácil dejar a los hijos. De todos modos, mis experimentos sí serían viables, porque trabajamos con materiales que se puede transportar a cualquier parte y porque no es una investigación cara. En Chile, hay un grupo de fisiólogos de la mosca que son estupendos, de nivel mundial. Así que sería un buen lugar para crear una comunidad para seguir mis  estudios. Pero no estoy lista todavía.

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