Escrito por Dr. Jorge Vera

Doctor en Neurociencias

Investigador Postdoctoral Albert Einstein College of Medicine

Sinopsis

La naturaleza de las emociones como la ira, el miedo, o la alegría, es un misterio que ha intrigado a los intelectuales desde siempre, y que ahora la ciencia puede explicarlo en detalle. ¿Cuál es el origen de las emociones? ¿tienen algún propósito en nuestra vida? ¿Podemos controlarlas? ¿Son las emociones una propiedad única de los seres humanos? Este libro es parte de una trilogía escrita por el Dr. Joseph LeDoux en la que, resumiendo más de 20 años de investigación, responde a todas estas preguntas. Además, nos cuenta cómo las emociones se relacionan con el síndrome de estrés post traumático y con la ansiedad. 

Comentario

Las emociones y la comprensión de su naturaleza tienen un rol clave para entender la forma en que la sociedad de occidente ha construido la cultura que conocemos. Desde siempre se ha contrapuesto lo emocional a lo racional, poniendo por delante al intelecto y dejando las emociones en un segundo lugar donde deben ser controladas por la razón. La neurociencia de las Emociones, que comienza a desarrollarse a inicio de los años ‘90 de la mano del Dr. Joseph LeDoux, neurobiólogo de la universidad de Nueva York, viene a aclarar el rol de las emociones en la conducta. En este libro, junto a otros dos más (“El yo sináptico” y “Ansiedad”), el Dr. LeDoux presenta una visión histórica y filosófica de las emociones que va mezclando con sus estudios para explicar paso a paso la fisiología, anatomía y el rol conductual de las emociones. A continuación presentaré un resumen de los principales hallazgos e ideas elaboradas en el libro.

¿Qué son las emociones?

Las emociones son estados de la conducta gatillados por un conjunto particular de estímulos relevantes. De esta forma, las emociones son respuestas específicas y estereotipadas. Las respuestas emocionales están presente en gran parte de los seres vivos y su nivel de complejidad depende de lo complejo de su sistema nervioso. Animales con cerebros complejos, como es el caso de los mamíferos, tienen circuitos cerebrales dedicados a detectar dichos estímulos relevantes y a ejecutar una sofisticada respuesta fisiológica y psicológica que genera una disposición a ejecutar una determinada conducta. Las distintas emociones se han desarrollado durante la evolución, porque otorgan un rango dinámico a nuestra conducta, enriqueciéndola y favoreciendo la adaptación de los organismos. Cuando tenemos hambre nos ponemos de un cierto humor que nos obliga a concentrarnos en obtener comida, cuando estamos contentos luego de recibir una buena noticia nos sentimos especiales y capaces de cumplir cualquier meta que nos propongamos. Por el contrario, cuando estamos tristes ni siquiera dan ganas de comer. Somos la misma persona, podemos hacer las mismas conductas en cada uno de los estados emocionales (escribir, correr, cantar) pero en contextos emocionales completamente distintos. Estas respuestas emocionales pueden presentar desregulaciones que dan lugar a trastornos de la conducta, como es el caso del desorden de estrés post traumático, en el cual se desarrolla respuesta de miedo en condiciones inapropiadas (volveremos a hablar de esto más adelante). Según el Dr. LeDoux, la existencia de estos trastornos de las emociones son una razón importante para querer entender la forma en que las emociones se producen y así poder generar terapias dirigidas para curarlas cuando no funcionan bien.

¿Cómo se estudian las emociones?

El ejemplo más utilizado para estudiar las emociones desde un punto de vista experimental es la respuesta que se genera cuando estamos en una situación de peligro y sentimos miedo. La respuesta al miedo es un mecanismo adaptativo muy importante que se encarga de avisarnos cuando hay posibilidad de peligro y desencadena una serie de respuestas fisiológicas de forma innata, utilizando mecanismos que están escritos en nuestros genes. La respuesta al miedo es tan importante que está conservada en la mayoría de los animales, y posee mecanismos muy similares entre mamíferos. Esto hace posible que mediante el estudio de animales de laboratorio podamos entender lo que ocurre en el cerebro de nosotros los humanos.

La respuesta al miedo en animales se ha estudiado utilizando el test conductual llamado “condicionamiento al miedo” (traducción del inglés “fear conditioning”). Este test fue popularizado por el Dr. Ledoux como una herramienta para estudiar las emociones. El hecho que algunos animales (como ratas y ratones) presentan una respuesta típica frente a una situación de peligro y dejan de moverse, quedando estáticos por varios segundos, permite medir la intensidad de la respuesta emocional según el tiempo que el animal permanece estático. El test consiste en enseñar a asociar un estímulo inocuo (que puede ser un sonido breve en forma de un “biiiiiip”, o una luz que se prende durante un segundo) con un estímulo que produce un breve malestar (normalmente se utiliza un pequeño pulso de corriente que se aplica en el suelo de la jaula donde está el roedor y que genera la sensación de un leve pellizco). Cuando el pulso de corriente aparece, el roedor se ve sorprendido por un estímulo negativo que gatilla la respuesta innata de miedo y el roedor se queda estático. Unos segundos después del pulso de corriente los roedores siguen haciendo su vida normal. Como es de esperar, cuando un estímulo inocuo se presenta, los roedores no muestran ninguna respuesta, porque el estímulo no significa nada relevante. Ahora, si ambos estímulos se presentan simultáneamente (luz y pulso eléctrico), y de forma repetida (cada 1 minuto), ocurre que los roedores comienzan a asociar que cada vez que aparece el estímulo inocuo también ocurre el pulso de corriente y, con el tiempo aprenden a tenerle miedo al estímulo innocuo. Luego de este proceso de asociación, los roedores aprenden que el estímulo inocuo ahora está acompañado al pulso eléctrico y son capaces de transferir la respuesta emocional de miedo cuando el estímulo inocuo es presentado solo, de forma independiente al pulso de corriente. Este hecho demuestra que se crea una memoria que une el estímulo inocuo con la experiencia del pulso eléctrico y le permite evocar la respuesta innata al miedo. Los roedores aprenden que el estímulo que antes era inocuo ahora se asocia al pulso de corriente y, por lo tanto, es un estímulo relevante.

Se puede agregar una segunda parte a este experimento en la cual, luego del proceso de asociación, se expone repetidamente al estímulo inocuo (que ahora evoca respuesta de miedo) en ausencia del pulso eléctrico. Esto produce que los roedores olviden la asociación y dejen de responder con miedo ante el estímulo inocuo, borrando la memoria creada en la asociación anterior. El estímulo inocuo vuelve a tener la categoría de irrelevante, mediante un proceso en el cual la memoria de asociación con el pulso de corriente es borrada (se dice que la memoria se “extingue”). Este fascinante experimento abrió las puertas para investigar en detalle los circuitos neuronales que subyacen a la detección de estímulos “peligrosos”, la expresión de la respuesta emocional y los procesos de creación de memorias asociados a dicho aprendizaje. Este experimento puede verse como una situación artificial, pero en realidad reproduce bastante bien aspectos cotidianos de las emociones que experimentamos cada día. Las emociones se componen de un conjunto de estímulos que las gatillan (como el pulso de corriente), junto a otros estímulos que no están directamente relacionados con una determinada emoción, pero dan el contexto de la experiencia (estímulos inocuos). El conjunto de estos estímulos es lo que genera una determinada respuesta emocional que guía la elaboración de una determinada conducta. Ahora que sabemos cómo se han estudiado las emociones, vamos a hacer un resumen sobre los principales hallazgos relacionados a su neurobiología.

La neurobiología de las emociones

Utilizando los experimentos mencionados más arriba, ha sido posible describir la secuencia de eventos que ocurren en el cerebro y que dan lugar a las respuesta emocionales relacionadas al miedo, y que sirve de ejemplo para entender de forma general la manera en que el cerebro procesa otras emociones.

Las respuestas emocionales son tan importantes para la conducta, que poseen una región cerebral exclusivamente dedicada a su orquestación. Esta región se llama Amígdala (que significa “almendra” en latín), en humanos alcanza el tamaño de una pelota de pin-pon y está localizada por debajo de la corteza cerebral en el lóbulo temporal (una amígdala en cada hemisferio). El rol de la amígdala es estar siempre alerta para detectar y aprender estímulos de relevancia biológica, y coordinar la respuesta emocional mediante conexiones directas con las regiones del cerebro que comandan la ejecución de la conducta (como el hipotálamo, tálamo y estriado). La amígdala forma un circuito cerebral que funciona en paralelo a la corteza prefrontal, que es la región donde se genera nuestra experiencia consciente. Este funcionamiento en paralelo es la  base neurobiológica para que los procesos emocionales ocurran de forma inconsciente, fuera del alcance de la corteza prefrontal. Cuando enfrentamos una experiencia, los estímulos sensoriales llegan primero a la amígdala, donde pueden gatillar rápidamente el inicio de la respuesta emocional. Debido a la anatomía del cerebro, la información de los estímulos sensoriales toma más tiempo en llegar a la corteza prefrontal, por lo que las respuestas conscientes siempre se generan con posterioridad al procesamiento en la amígdala (hablamos de cientos de milisegundos). Además, la amígdala tiene conexiones directas con la corteza prefrontal, permitiendo que el procesamiento de emociones controle directamente el procesamiento cognitivo “racional”. Este control funciona sólo en una dirección, porque la corteza prefrontal no tiene conexión directa con la amígdala, lo que dificulta que los procesos cognitivos racionales controlen la generación de respuestas emocionales. Estas limitaciones anatómicas, ampliamente confirmadas por experimentos funcionales y conductuales, muestran que nuestra conducta (y la del resto de los animales) tiene un fuerte componente emocional que opera de forma inconsciente, y que la facultad cognitiva racional en realidad está a merced de nuestras emociones. Lo que es más dramático, este ser racional consciente no sabe que es controlado por las señales de la amígdala, y sin darse cuenta siempre baila al ritmo que le cantan las emociones (por dar un ejemplo más rítmico). Este hecho tiene un impacto tremendo en la manera en que entendemos la forma en que se genera nuestra conducta y cómo experiencias pasadas influyen posteriormente en el futuro. Las emociones están siempre presentes, generando el contexto en el cual se desarrolla la conducta, influyendo la forma en que enfrentamos nuestros desafíos y tomamos decisiones. Si estamos frente a una dificultad y debemos decidir entre persistir o cambiar de rumbo, inevitablemente nuestra amígdala va a imponer una respuesta emocional que va a favorecer una opción sobre la otra, impregnando nuestra conducta con un contenido emocional que no podemos ver. El problema con esto, es que la amígdala no olvida, la amígdala recuerda todos nuestros traumas y dificultades pasadas (que serían equivalentes al pulso de corriente en el experimento), y también todos los estímulos que estuvieron relacionados a dichos traumas (equivalentes al estímulo inocuo), y cada vez que experimentamos situaciones similares, los utiliza como información para desarrollar una nueva respuesta emocional. De esta forma, todo el peso de nuestro pasado influye en cada segundo de nuestro presente, y sin que nos demos cuenta. 

Esta independencia de las emociones para controlar procesos cognitivos de forma inconsciente es una de las principales razones que permite entender los desórdenes de estrés post traumático. Cuando se experimenta un trauma muy fuerte, la memoria que queda guardada en la amígdala de dicho evento es tan fuerte que basta exponerse al más mínimo estímulo que se relacione con el trauma para que la amígdala ejecute la respuesta de miedo de una forma incontrolable. El conocer la neurobiología de las emociones y los mecanismos celulares y moleculares de la formación de memorias en la amígdala, ha permitido generar terapias psicológicas y farmacológicas que ayudan a controlar la actividad inconsciente de este tipo de emociones, significando una mejora sustancial en la calidad de vida de miles de personas. Como ejemplo de esto está el uso de la droga propanolol que bloquea la acción de un neuromodulador específico que es necesario para generar memorias en la amígdala y que es utilizada en el tratamiento de ansiedad y estrés post traumático.

Finalmente, el entender esta relación entre lo emocional y lo racional es un cambio de paradigma tremendo para nuestra cultura, y es una idea de peso que poco a poco permea en nuestra sociedad derribando el mito del humano racional que controla sus emociones. En Chile, el Profesor Humberto Maturana es un referente de los intelectuales que promueven esta idea diciendo que “los seres humanos somos entes emocionales que utilizamos la razón para justificar nuestras opciones o acciones”, en una frase que está completamente de acuerdo con las ideas principales del libro del Dr. Joseph LeDeoux (abajo adjuntamos un link a un video del Profesor Maturana). Imposible no relacionar esta nueva idea de emociones y cognición con el nuevo concepto de “inteligencia emocional”, pero eso quedará para otro libro.

La ciencia de las emociones es un área que se mantiene en constante desarrollo y parte de eso es lo que se plasma en los dos otros libros del autor. La idea principal que desarrolla en ellos es la claridad de identificar como “respuesta emocional” a aquello que es orquestado por la amígdala y ocurre de forma inconsciente (como el no moverse, en el caso de los roedores o el aumento de la frecuencia cardíaca y sudoración en el caso de los humanos cuando son expuestos a situaciones de peligro), mientras los “sentimientos” asociados a dicha respuesta emocional  (como el miedo, en este ejemplo) surgen en la corteza prefrontal como un acto consciente. De esta forma permite entender que todos los animales tienen respuestas emocionales, pero los sentimientos son algo más complejo que sabemos están en humanos y no sabemos si son compartidos por el resto de los animales. En el libro Ansiedad pone todo este conocimiento en el contexto de los trastornos de ansiedad que son tan comunes actualmente.

El Dr. LeDeoux es un científico activo que tiene decenas de charlas disponibles en YouTube en las cuales expone su trabajo científico. Te dejamos los links de algunas de ellas.

Dr. Joseph LeDeoux

What do we know about the  amygdala?

Putting Emotion into the Science of Consciousness .

Joseph LeDoux, «Anxious.

Humberto Maturana

Humberto Maturana / Labstars.

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